Viernes 13 (2ª Parte)

Viernes, 13-abr-2012
18:00h.
En una tarde soleada y con puntualidad suiza, ha comenzado el acto de inauguración de la primera estrella del Paseo de las Estrellas. Con la asistencia del Alcalde Luis Rogelio Rodríguez-Comendador y algunos concejales, esta primera estrella se ha concedido al actor Eduardo Fajardo. Este gallego ha participado en un copioso caudal de títulos cinematográficos realizados en Almería. Afincado en esta tierra, desde hace varias décadas, pocos como él se han hecho merecedor de este homenaje. La estrella con su nombre se engasta en una losa de más de cien kilos de peso. No tenía noticia de algo tan pesado en Almería, desde que en la feria se anunciaban las Hamburguesas Uranga.

El alcalde ha expresado y transmitido la admiración colectiva que los asistentes profesamos por este hombre. Mientras el sol me ha hecho arrepentirme de llevar chaqueta y corbata. Después, hemos descubierto que para representar a tantos personajes solo hace falta un gran corazón que los contenga. Así, el actor ha cedido su protagonismo a la historia y al gran potencial que Almería atesora en el cine. Por último, ha agradecido este honor y en ocasiones la emoción le ha impedido pronunciar sus palabras, entonces el público rompía en aplausos y la emoción se propagaba entre los asistentes. Yo mismo, sobrecogido me quedaba inmóvil, como pegado al suelo. Me siento orgulloso de pertenecer a esta sociedad que reconoce el mérito de la trayectoria de las personas, sobre todo antes de su muerte.

A sus ochenta y ocho años Fajardo es afable y entrañable. Tras el acto atendió a todo el mundo, a todos lo medios, a todo aquel que quiso hacerse una foto con él; y siempre con una sonrisa, con una frase cordial. Aún con los rescoldos de la emoción procuré recuperar la entereza, pero seguía afectado e inmóvil. Si bien, desperté vertiginosamente de ese sueño porque no era la emoción, sino por pisar un puñetero chicle que alguien había tirado incívicamente. Por eso estaba pegado al suelo. Quizás, la estatua de Nicolás Salmerón que está en la Puerta Purchena, en realidad es el propio Nicolás, que pasaba por allí, pisó un chicle cuajado y no hay quien lo despegue de la losa. Cuando pude levantar mi pie, los restos del chicle recalentados por el sol colgaban en tiras de la suela de mi zapato hasta el suelo. No puede evitar poner cara de asco, mientras pensaba: ¡Cuanta viscosidad! Pero, yo qué he pisado un chicle o una cría de Alien el octavo pasajero.

            Esto ha ocurrido en la calle, y la fachada del teatro ha servido como decorado de fondo, mientras sus inmensos ventanales nos han observado fijamente.